El talento puede ser heredado o adquirido
en el transcurso de nuestras vidas y opacado fácilmente por la desidia, la
falta de entereza o inseguridad, de ahí que la tenacidad y el perfeccionamiento
constante, acompañado de una irreverente actitud que permita el desenfado,
pueden conducirnos a la excelencia.
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